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hayku

lirios azules
en tus brazos dormidos,
junto a los míos.

en la oscuridad

Pasas de puntillas
por las puertas de mi casa.
No tengo ventanas
que le abran a la noche.
Tras la bruma,
se oculta mi esperanza.

Desayuno

Cubre de leche
mi café,
unta las tostadas
de mis mañanas
sin el aroma de tus besos.

Con la mermelada de tus ausencias,
yo untaré tus noches,
aderezadas
de miel de azahar
y así,
cuando despiertes en otras sábanas,
tus desayunos
tendrán el recuerdo
de los roces
de tus dedos en mis labios.

Ingenuidad oculta

Dijo que esta vez no fallaría, pero su cuerpo desnudo continuaba atormentándome por las noches.
Tomás, era, como ya estaba empezando a sospechar, un fraude.

«Borro los recuerdos molestos. Elimino pasajes de su vida, que no desearía que hubiesen sucedido nunca». Rezaba la propaganda que tan hábilmente había colgado en mi página de facebook.
Este slogan tan atrayente iba acompañado por una sonrisa y una mirada, deslumbrantes en su felicidad.
Y ya podía sonreír, ya.
El tío se estaba forrando. A 100 euros la sesión. Porque seguro que no era el único que había picado. Y yo ya llevaba tres, por eso de: a la tercera será la vencida. Un psicólogo me habría salido más barato. Pero estos medicuchos solo te saben dar pastillas. Bueno, eso tengo entendido, que yo, no necesito nada de eso.
Y a este, porque desde que me acosté con Anastasia, (así me dijo que se llamaba), apenas duermo, ni rindo en el trabajo. Su cuerpo perfecto, níveo, como de escultura de mármol, con sus curvas de musa rafaelina, me persiguen acumulando deseo insatisfecho.
¿Y ahora qué hago? ¿Volver? ¿Pagarle a ese estafador 100 euros más? No, eso, no.
Ese tío no me vuelve a ver el poco pelo que me queda. Recurriré a las pastillas para dormir que utiliza mi mujer, a ver si así…

——-

—¿Cuántos llevamos, amor?
—Con este, 30. Pero no creo que vuelva. Tendrás que regresar al Blue Note.
—Ningún problema —sonrió, “Anastasia”, relamiéndose como un gatito.
—Sabía que tu ninfomanía nos haría ricos —respondió, “Tomás”.

La vida

Tras el espejo
se asoma la vida,
como el recién nacido que llora
asombrado ante tanto dolor.
Expectante abre sus brazos.
Tanto que dar.
Tan poco que recibir.
Busca el refugio del mar,
que acoge a sus criaturas
y las acuna al vaivén de los suspiros.
Y en ese azul de vida
construye su cocoon,
a la espera del renacer
tras las cenizas
del fuego purificador.

Juntos

Unidos en la distancia,
enredados en los juegos del desconcierto
con las cuerdas de una guitarra como testigo,
nos besamos en el centro de la espiral,
tu voz y la mía,
sonando al unísono, y pese a todos
unidos,
en el círculo polar de nuestro pacto
contra la muerte
de un destino conjunto.

publicado en el libro Vientos para una pluma

La niña, que después fue joven y unos años después, mujer, pasaba sus ratos de ocio — a pesar de las miradas y comentarios incrédulos y algunas veces hirientes, de familiares y amigos— leyendo y aprendiendo. Viviendo en otros mundos, conociendo otras vidas. Preparándose para cuando llegara el día de ver cumplido su sueño: ejercer de maestra en esos barrios marginales en los que la mujer solo era un objeto más. Llevar un granito de esperanza a esas vidas tan distintas a la suya, ofrecerles el mayor regalo que podría hacerles: la educación. Y con ella, la libertad de pensar, sentir, soñar…

publicado en el V libro de microrrelatos falleros

Pequeñas luciérnagas en forma de trocitos de cartón quemado, saltaban a la vista de público y falleras infantiles, que, entre emocionadas y entristecidas decían adiós, en esta nit del foc. A un año intenso, lleno de color y risas.
Pero había una fallerita que no lloraba.
Con una tenue sonrisa en su rostro de ojos sin luz, acariciaba el ninot indultat, que por derecho propio le pertenecía. Un unicornio multicolor, portador de sueños.
Como el suyo, realizado cuando la proclamaron Fallera Mayor Infantil, a pesar de su invidencia.

Inseparables

Miradas fundidas en un beso
largamente soñado,
caricias torpes en su desnudez
de madrugadas lejanas
perdidas en la distancia,
unidas en el tiempo
de un amanecer crepuscular,
testigo de espadas rotas
gimiendo deseos
en callejones sin salida.
Invernaderos de estío
adornados de hierbabuena y caléndula,
en un fin de año compartido
por el vuelo de hadas y delfines,
aguardando tu sonrisa,
tu querer fugaz,
tu voz ronca de heridas y llagas
que navega en un mar sin fondo.
Y aquí, mi mano enguantada
apartando espinas,
liberando zarzales
en mi deseo cobalto de compartir destino.